El chantaje emocional es una poderosa forma de manipulación en la que personas cercanas a nosotros nos amenazan, directa o indirectamente, con castigarnos si no hacemos lo que ellos quieren.
En el corazón de cualquier tipo de chantaje yace una amenaza básica, la que puede ser expresada de diferentes formas:
Si no te comportas como yo quiero, vas a sufrir.
El chantaje emocional nos pega donde más nos duele.
Los extorsionadores saben como sus victimas valoramos la relación con ellos.
Conocen nuestros puntos vulnerables y nuestros más íntimos secretos.
Sabiendo que buscamos amor o aprobación, nuestros extorsionadores nos hacen sentir que debemos ganar su aprecio o nos amenazan con el abandono o la indiferencia, una forma muy dolorosa de des-amor.
¿Cómo es posible que mucha gente sensible, intuitiva e inteligente caiga en las redes de la manipulación?
Una razón clave es que el trabajo de los extorsionadores es muy sutil, lo esconden tras una capa de niebla, realmente nos resulta difícil ver que nos esta pasando.
Esa niebla que los encubre es nuestro miedo, obligación y culpa (FOG, en inglés: Fear, Obligation, Guilt), la que nos hace dudar de nuestra propia percepción de lo que está sucediendo.
También, lo que entorpece más nuestra toma de conciencia es la gran diferencia que existe entre el daño sutil que ellos infringen, y la manera amorosa y benigna con la que interpretan sus motivaciones.
Nos sentimos confusos, desorientados y resentidos, pero hay una buena noticia: no estamos solos.
El chantaje emocional es una pandemia que afecta a millones de personas en la actualidad.
Personas competentes, sensibles, espirituales e inteligentes, que funcionan efectivamente en muchas áreas de su vida, pero que han caído en las redes del chantaje emocional.
A mí, en lo personal, me llevó muchísimos años descubrir y cortar el chantaje emocional de mi madre.
Siguiendo una búsqueda espiritual en la que prioricé la armonía, la compasión y el amor incondicional, solo podía ver su actitud amable y cooperadora, dependía de ella para que me ayudara con el cuidado de mis cuatro hijos cuando viajaba por trabajo, o por placer con mi marido.
Sus exigencias solapadas crecieron junto con mi carrera profesional. Circunstancias difíciles por las que atravesé, dos separaciones con mi actual (y único) marido, enfermedades, una difícil operación quirúrgica al menor de mis hijos hicieron de ella una extorsionadora aún mayor.
Pero para bailar un tango hacen falta dos bailarines el día que uno deja de jugar el juego, el otro no puede continuar jugando.
El día que cortamos el primer hilo que nos aprisiona, toda la red se afloja y comenzamos a poner limites, porque muchas veces el NO es amor…
a uno mismo.
Y hace falta entender que los extorsionadores no son personas que se levantan todas las mañanas planeando como nos van a dañar.
El chantaje emocional los hace sentir a salvo, poderosos, y disminuye su nivel de ansiedad.
Es su defensa contra la vulnerabilidad y el miedo.
También puede suceder que ellos estén espejando aspectos nuestros que no nos animamos a aceptar.
Una sombra que actúa desde el victimario. Al reconocernos en ellos, el juego también desaparece.
Y este entendimiento es la verdadera compasión y amor incondicional.
Hacia nosotros y hacia los que nos rodean.
A partir de aquí, cada uno se hace cargo de su propia vida, sin proyecciones ni dependencias. Esto es auto-realización.
Sea en el ámbito familiar, social, empresarial y hasta en grupos espirituales e instituciones religiosas.
Es importante detectar y cortar la telaraña de la manipulación, para poder establecer una sana relación con nosotros mismos en principio, y luego con nuestro entorno inmediato.
Se necesita valor para cortar la manipulación emocional, de eso doy fe, pero es necesario atravesar el pantano y finalizar la lucha, para finalmente…
Danzar con la vida.